Creo que lo se…

Lo que creo saber y cómo lo se…

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Mensaje hallado en una botella.

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El mar siempre ha sido una frontera; quizá la única válida en la tierra. La belleza de las montañas no puede competir con su inmensidad ni con su desolador atractivo. En el mar puedes morir de hambre rodeado de la mayor abundancia. El mar no es la ausencia de tierra, más bien al revés; la tierra es una anomalía de un planeta que inevitablemente sucumbirá al fondo oceánico.  Cuando el último sol arranca rizos de espuma sobre las olas doradas y el viento se torna música en nuestros oídos se nos hace un poco más fácil comprender nuestra presencia en el mundo. Todos vivimos sobre una isla aunque la pretendamos esconder bajo nombres inventados para que nuestra conciencia acepte lo infinitamente pequeños que somos. No podemos evitar pensar que subidos a una silla somos superiores al resto, cuando realmente sólo estamos un poco más lejos de todos ellos. La ilusión es siempre un engaño, un espejismo procazmente preciso porque nace de nuestras propias categorías y nos envuelve con todas las maravillas que sólo existen en nuestra mente. Pero delante de el mar no podemos mentir. Hemos gastado la historia en su conquista; nos hemos lanzado al universo intentando alejarnos de su embrujo y nunca lo hemos conseguido. Sólo conseguiremos dominar las estrellas cuando dominemos nuestro universo privado, por eso cuando nuestros ingenios viajan entre las luminarias del cielo decimos que están navegando. Cuando nos desesperamos buscamos un mar doméstico, algo que podamos controlar y digerir. Quizá por ello, a veces, el mar está en el fondo de una botella.

Presiento la llegada de Benson. Estoy sentado sobre un tronco arrojado por la marea en un lugar que yo llamo la Playa de los Esqueletos. Elegí ese nombre cuando al encontrarla me enfrenté a una enorme montaña de troncos muertos y blanqueados por el sol. Era como un cementerio de elefantes o más antiguo aún; como si las bestias del trueno eligieran ese lugar para ir a morir. La madera muerta dibujaba arabescos tan complicados que a veces parecían vivos, en movimiento. En unos veía unos amantes abrazados, en otros un animal agazapado o un cristo yacente. Es la playa donde la naturaleza hace imaginería; pule la madera con el mar y la tiñe con el sol. En las ramas veo costillas de animales impensables, manos de madera  como arañas hipertrofiadas terminadas en garras poderosas. No se si me atrevería a pasear por la noche en esa playa. Me temo que esas cosas están vivas de verdad y acabarían conmigo.

– ¿Ha oído hablar del Cutty Sark, Sire? – me pregunta Benson sin ni siquiera saludarme-

– ¿Quién no? – le respondo mientras mentalmente estoy buscando la trampa en la pregunta- Era un precioso velero que hacía la ruta del té y que, hasta donde yo sé, aún se conserva.

Mientras estoy hablando me pregunto a qué amante del mar se le escaparía la existencia del Cutty Sark. Los veleros suenan como una orquesta cuando navegan. No hay motores ni humos que separen al tripulante del mar. Los órdenes van del piloto a las olas; allí sólo manda el viento.

– Es mucho más que eso, Sire – añade Benson con la vista perdida en el horizonte-

– Lo se: He visto ese nombre en muchas botellas de whisky.

– Eso es sólo un símbolo, Sire.

– No, Benson; no es un símbolo: es whisky. Nada mas que alcohol proveniente de la malta con un poco de caramelo para darle color. Lo inventaron los monjes irlandeses y, como todo lo que proviene de la religión, sirve para confundir la razón y hacernos creer que somos felices. La filosofía del alcohol nace siempre después de beberlo, nunca antes; aunque no negaré que a veces restaña ciertas heridas.

Me rio de mis pensamientos: Hay unos alcoholes para curar las heridas desde fuera y otros para intentarlo desde dentro. En mi vida disipada ha habido ocasiones en que he usado licor para limpiar mi piel y otras en las que me he bebido directamente el contenido del botiquín. Sólo depende de tus prioridades y del amor que le tengas a tu hígado. El mío debe de pensar que le odio. Pero sigo intrigado por la dirección que Benson pueda tomar en esta conversación. Decido atacarle un poco.

– De todos modos, amigo Benson, los símbolos sólo son imágenes convenidas. ¿Acaso si el Cutty Sark se hubiera hundido o se hundiera ahora mismo desparecería el licor que lleva su nombre? Sabes que no. Por lo tanto un símbolo sólo es un consuelo para nuestra limitada intelectualidad, nada que realmente importe. Hay un poema que dice que la rosa con otro nombre sería igual de fragante; lo mismo pasa con el licor, aunque con menos poesía. ¿Qué dirían los espíritus del vino si pudieran hablar?

– Lo desconozco, Sire. ¿Sería una declaración lógica o hablarían por tanteo?

No se me escapa la flecha envenenada de Benson. Está comparando mi alocución a la  de un borracho. Sabe que tengo cierta facilidad para acomodar los acontecimientos a mis acciones y nunca desperdicia una oportunidad para echármelo en cara. Siempre le digo que se equivoca, pero me lo repite tantas veces que me hace dudar. Para él la guerra es una ausencia de paz: para mi la paz no es más que el preludio de una guerra: nunca conseguiremos un acuerdo en esos términos.

– De acuerdo, Benson. Acepto la crítica. Consideras que estoy en guerra permanente con el universo y que me escondo en la anestesia de los sentidos. De todos modos, si me lo permites, mi corazón de luchador y el licor te dirían lo mismo: Somos lo que somos porque nos hicisteis así.

– Eso es falso, Sire –Benson no está dispuesto a ceder-  No es lo mismo un luchador que un guerrero. Un luchador no tiene que pelear en su interior; se defiende del entorno. El guerrero, en cambio, tiene que luchar porque su auténtico reto está en su corazón. Buscará una guerra en la que involucrarse y cuando esa guerra termine buscará otra y otra más porque el conflicto está en él. Un luchador negociará, defenderá sus intereses y, si ve a salvo los suyos, se retirará. Guerreros y luchadores son fuerzas inamovibles e imparables a la vez: a veces pienso que es imposible que convivan en el mismo universo.

– Hay quien piensa que la guerra es un arte, Benson. Dado que la guerra existe ¿Por qué descalificar a sus artistas?

– Por su falta de talento, Sire.

– No te sigo…

– El talento es la categoría humana para diferenciar el arte de la simple eficacia; Un artista con talento sabe cuando la obra está acabada; por contra, la guerra nunca termina. El que defiende que no hay paz sino sólo ausencia de guerras como el frío es la ausencia del calor, defiende que el guerrero es un simple mecánico y que solamente los luchadores pueden acceder al arte. No hay talento en la guerra; sólo hay arte en los que luchar para que termine.

Benson es incorruptible en sus planteamientos. Envidio su manera de racionalizar las cosas desde la lógica y el corazón al mismo tiempo.  Estoy seguro de que si consiguiera parecerme un poco a él sería mucho más feliz. Me gustaría poder decir que él y yo somos las dos caras de una misma moneda, pero no es cierto. Yo soy una moneda con dos caras idénticas y todo aquel que lo descubre termina haciéndome daño. Por un instante me siento abandonado.  Las distancias cambian o tal vez cambia sólo el modo de medirlas. Da igual: me siento terriblemente solo. Se que tengo el mar frente a mí, pero me da pánico pensar que si me doy la vuelta no habrá nada a mis espaldas. cada vez que me arrojo a la realidad sólo tengo el colchón de mis recuerdos e incluso a veces dudo de que sean ciertos.

No hay nada en el horizonte. Quiero decir que realmente no existe. No es mas que la ilusión que producen el cielo y el mar cuando se separan. Sin embargo han muerto miles de hombres intentando alcanzar esa nada. Es curioso que allí donde se alejan el cielo y el mar el hombre haya creado una línea imaginaria para unirlos y, no contento con ello, después haya intentado superar esa frontera a coste de su propia vida. ¿Nos pasará lo mismo a las personas y cuando pretendemos estar unidos lo que realidad pasa es que interpretamos las diferencias como una frontera que debemos atravesar?

– ¿Sire?

– ¡Lo siento, Benson – me disculpo- Me había quedado encerrado en mis pensamientos. ¿Por dónde íbamos?

– Por Cutty Sark. No he sido yo quien ha cambiado de tema. Quería decirle que usted tiene razón cuando dice que matar al símbolo no mata la idea.

– ¿He dicho yo eso?

– Indirectamente. Pero yo me quería referir a la idea original, ni al barco ni al whisky, que sólo son los herederos. Cutty Sark significa en escocés, “camisa corta”

– Pues lo celebro mucho, Benson – digo algo decepcionado; esperaba una de sus historias con moraleja y no una sesión de etimología- ¿Algo más?

Benson levanta una ceja y se sonríe. Me temo que me he precipitado y ahora viene la parte magra del asunto.

– Cutty Sark es el nombre por el que se recuerda a la bruja Nannie, que se dice vestía esa prenda. Salvó al granjero Tam O’Shanter cuando se arrojaba al río Clyde, huyendo de un aquelarre a lomos de una mula. Nannie, de quien se dice era bellísima, consiguió agarrar a la mula por las crines de la cola y evitar el desastre. Realmente por los pelos, aunque fueran de una mula. ¿Usted cree en las brujas, Sire?

–  No más que en dios, los espíritus o los banqueros honrados, Benson.: Todos son seres míticos. ¿Por qué lo preguntas?

– Porque Tam O’Shanter aseguraba que le perseguía una cohorte de brujas arrojándole rayos para matarle. De hecho hubiera muerto ahogado si la conocida por Cutty Sark no le hubiera salvado en el último momento.

– Benson, me hablas de un escocés. Ellos y los irlandeses bebían “agua de vida” a raudales. La fantasía y las mentes poco ilustradas caen en esos errores con facilidad. La condiciones eran duras, el clima frío y probablemente la soledad extrema. ¿Quién no vería fantasmas en ese caso?

Inmediatamente me doy cuenta de lo que estoy diciendo. Benson gana de nuevo. Ha usado el método socrático de forma tan descarada que no me he dado cuenta. Es como ganar a un maestro del ajedrez con el mate del pastor, confiado en que el rival no se atreverá a utilizarlo. Cierto; el mar trae muchos mensajes y a veces, eso dice la leyenda, dentro de una botella. Pero la realidad nos dice que dentro de las botellas generalmente sólo encontraremos fantasmas; remedos infames de la realidad que sólo sirven si estamos dispuestos a aceptarlos como auténticos. Son volátiles como los suspiros de las heteras o el sonido del eco. Falsas como las curaciones de un telepredicador, como la palabra de un político. Irreales como las atribulaciones de un confesor.

Benson no dice nada. Me mira, sonríe y añade:

– Ciertamente , Sire, ciertamente…

Written by Juan Manuel Sánchez-VIlloldo

27 febrero, 2013 at 14:51