Creo que lo se…

Lo que creo saber y cómo lo se…

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Gotten Wille

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Para algunos habrá resultado una sorpresa el cambio de nombre de las páginas desde las que gestiono mis libros, pero lo cierto es que era necesario. Las guerras del código  fue mi primera novela publicada y ha sido la que ha tirado de las otras dos que completan la trilogía. Pero lo cierto es que los otros títulos, Los exiliados de la hélice y el reciente La tercera hebra, caían en un agravio comparativo. Por esa razón necesitaba que la trilogía tuviera un nombre propio, y ninguno mejor que Gotten Wille, que fue el relato del que todo nació. Por eso, y porque con el tiempo juntaré las tres páginas en una sola y para eso deben tener nombre similares, Las guerras del código pasan a ser Gotten Wille 1 LGDC, Los exiliados de la Hélice Gotten Wille 2 LEDLH y La tercera hebra Gotten wille 3 LTH. Puede parecer algo engorroso, pero la trilogía se merecía un nombre y ya lo tiene.

Por otra parte, esto del coronavirus no ha encerrado en casa y nos ha obligado a hacer cosas que antes evitábamos. Ahora sabemos que comprar por Internet no «es mal», y que los códigos QR (¡por fin!) sirven para algo. Así que aprovechando que el Pisuerga pasa por donde pasa y no por otro sitio, dejo también los mencionado códigos para aquellos que quieran adquirir los libros sin complicarse la vida y con una novedad. Ahora podéis adquirir la trilogía completa en una sola compra y ahorrándoos unos euros (o unas pesetillas como decíamos antes).
También estamos al día con eso del BIZUM, así que si es esa vuestra opción preferida, sólo tenéis que hacerme llegar un mensaje privado y me pongo en contacto contigo  de inmediato, que para mañana es tarde.

También os anuncio que en breve pondré en marcha una newsletter, así que mantendremos un contacto más directo.

Un saludo a todas/as.

Tarjeta tres

Written by Juan Manuel Sánchez-VIlloldo

10 septiembre, 2020 at 16:35

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La chica del mercado de flores

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Los paseos del domingo por la mañana tienen siempre un sabor especial. Me gustan porque nunca conducen a ningún sitio. Te llevan y te traen a lo largo de la ciudad como si fueras una hoja empujada por el viento en la superficie de un estanque.

Hoy, sin saber por qué, los pies me han dejado muy temprano en el mercado de flores. Apenas había gente, ni visitantes ni compradores, solo una par de curiosos que, como yo, habían aparecido allí por causa de la magia de no ir a ningún sitio. Pese a todo, el aroma fresco y dulce de las floras ya se estaba haciendo dueño y señor del aire, algo que me despierta sentimientos encontrados.

Olía a primavera, que es casi lo mismo que decir a juventud, pero también repuntaba el rescoldo de los funerales, o el de las bodas. Las flores tienen ese embrujo: pueden oler a lo que tu estado de ánimo dicte.

—¿No quiere usted un ramo de margaritas?

Dulce sorpresa. En los tiempos que corren a uno no le preguntan nada ni con la intención de venderle algo. Por desgracia mi economía no da para eso que llamamos «cosas superfluas» y, cuando no existe nadie a quien ofrecérselas, las flores entran en esa categoría.

—No, señorita. Muchas gracias.

—¿No le gustan las margaritas? —me pregunta escondida tras una sonrisa radiante.

—Muchísimo, por supuesto —respondo encantado por mantener una conversación, aunque se tratara de algo tan breve—, pero si le digo la verdad, no tengo a quién dárselas ni un rincón propio donde contemplarlas.

—¡Todos tenemos a alguien a quién regalar unas flores!

Me sorprende la vehemencia con la que me replica, pero al mirar en el fondo de sus ojos veo que no intenta venderme el ramillete: está convencida de lo que me dice.

Lo pienso por un par de segundos. En realidad, esas flores, las humildes margaritas, no cuestan más que un aperitivo. «¿Por qué no?», me digo al tiempo que se ocurre una idea loca.

—Quizás tenga usted razón —respondo mientras pongo unas monedas en sus manos y tomo el ramo de flores.

No doy tiempo a la réplica. Tan pronto me entrega el ramillete lo pongo de nuevo en sus manos.

—Tenga: son para usted —digo mientras ella da un paso atrás, confundida.

»No te asustes —añado conmovido por su desconcierto—. Quédatelas si quieres, pero se me ocurre algo mejor. Yo puedo pagarlas, aunque no tengo a quién ofrecérselas. Tú permanece atenta. Seguro que termina por pasar alguien que quiere regalar unas flores como estas, pero carece del dinero para comprarlas. No se… Un adolescente enamorado por primera vez, una pareja de ancianos a quienes sus ridículas pensiones justo les dejan llegar a final de mes… O tal vez alguien como yo, a quien nunca le regalarán flores.

Está tan confundida que no es capaz de decir nada. Lo comprendo. Yo mismo tengo problemas para entender por qué he hecho eso. Me despido con una sonrisa y, tras tomar una profunda bocanada de aire, me doy media vuelta y me voy.

No había dado cinco pasos cuando, antes de volver a mis tribulaciones de domingo por la mañana, escucho una voz a mi espalda.

—¡Espere!

Apenas me he dado la vuelta cuando veo a la chica de nuevo allí: parada frente a mí. Entonces se ha puesto puntillas y me ha dado un beso en la mejilla.

Hace ya un buen rato de todo eso. Me pregunto dónde terminarán esas margaritas. Qué sentirá alguien cuando vea que le regalan unas flores que no podía pagar por el mero hecho de tener alguien para recibirlas.

En el fondo, me conformaría con que alguien me recuerde el tiempo que tarden en marchitarse.

Written by Juan Manuel Sánchez-VIlloldo

4 agosto, 2019 at 10:53

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Acaba de cumplirse el tercer aniversario de la publicación de «LA CENA».

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Marq

Así es. Corría el año 2015, el 18 de diciembre para ser más exactos, cuando la revista digital Vuelo de Cuervos. Publicó su cuarto número, en este caso dedicado a los asesinos en serie. Escribí dos relatos ya que, como es habitual en mí, el primero de ellos me quedó demasiado largo, así que «LA CENA» fue el relato escogido y aceptado por mi buena amiga Lorena Gil para formar parte de aquella entrega de la revista.

No anduve muy fino en aquella ocasión, ya que equivoqué un «asesino en masa», que son las personas que matan a un gran número de personas de forma simultánea en un período corto de tiempo, con un «asesino en serie» que es la persona que asesina a más de dos personas en un lapso superior al mes, de forma que deja un período de reposo entre los crímenes.

Mi «presunto asesino» era Marq Eilts, un noble francés que reúne a sus amigos en una cena en la que tiene preparada un sorpresa a sus invitados. La cena resulta estupenda, pero la sobremesa es… espectacular.

En «LA CENA» de dan cita los personajes más granados de aquella sociedad versallesca: condes, marqueses y duques, gente afín a la corona y ricos hacendados que, con sus luces y sus sombras, tienen que enfrentarse a los postres a dos sorpresas preparadas con mimo por su anfitrión: una es el café. La otra una declaración tan contundente como la caída de la hoja de la guillotina.

Doré

No pasó mucho tiempo antes de que Diego H. Kataryniuk se interesara por «LA CENA» para convertirlo en un cortometraje. Pese a que nos conocemos hace muchos años, como lo cortés no quita lo valiente ni mucho menos lo educado, me pidió permiso para adaptar la idea a la pantalla, cosa a la que accedí encantado, y el propio diego junto a David Caiña transformaron el relato en lo que vais a ver muy pronto.

 Corría el año 2016 cuando se registró el guion que causó muy buen impresión entre las instituciones culturales, y se dio luz verde a su producción. Durante el pasado mes de agosto, cuando más apretaban las temperaturas, nos encerramos en sesiones maratónicas de rodaje. Una experiencia inolvidable.

Y aquí estamos. Esta semana el equipo seremos los primeros en ver el corte final de «Amargo era el postre» y disfrutar de un trabajo bien hecho, original y con una estética impresionante.

No seré yo quien cite al elenco de técnicos, actores y actrices, productores y auxiliares a la producción que se dejaron, literalmente, la piel (alguno casi un pie) para que «Amargo era el postre» sea una realidad. Eso se lo dejo a Diego H. Kataryniuk porque creo que el mérito es suyo, y me siento muy honrado de ser uno más de ese gran equipo.

Por mi parte, agradecimiento. Cuando aquel 18 de diciembre del 2015 vi publicado el relato en «Vuelo de Cuervos» ya estaba encantado. ¡Cómo no me sentiré ahora! Mis personajes tienen cara y voz. Han pasado a formar parte del bestiario inmortal del cine y eso me llena de felicidad.

Written by Juan Manuel Sánchez-VIlloldo

13 enero, 2019 at 19:39

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Supongo que he dejado pasar demasiado tiempo sin escribir nada. No, no me refiero a escribir relatos o a permanecer transportado a otro universo en una nueva novela: me refiero a escribir como lo hacía antes.

Siempre digo que escribir no es una fiesta. No es siempre divertido. Lo considero un arte duro, casi un deporte de riesgo que muchas veces te deja agujetas en el corazón. Esa es la causa, o al menos eso quiero suponer, de que me acerque a los libros de los amigos con un respeto reverencial, que hace que mis lecturas sean lentas y que me llenen de un percutiente sentimiento de culpabilidad. Se lo que cuesta tener una buena idea, traducirla a palabras y conseguir que alguien se interese lo suficiente como para publicarla, y también se lo que se valora la opinión de un amigo.

El asunto es que todo tiene un  propósito y un momento, y en los tiempos que corren, creo que me he quedado vacío de ambos. Leo las palabras, paso las páginas, y al cabo de un rato debo volver a leerlas porque no me he quedado con nada. Tengo entre manos obras de personas  a las que considero geniales cocineros de palabras. Tengo entre manos libros de mi buen amigo Pedro, de Rosa, de Mari Carmen e incluso mi última posesión, de Alaitz Arruti. Tengo esos libros dedicados, firmados y rubricados (la tinta de los escritores siempre es sangre) y no llego a ellos. Sí: lo he dicho bien: soy yo quien no llega. La razón es muy sencilla: añoro mi trópico.

Antes escribía mis historias de alcohol, vómitos y Mummatas, de escabio y tifones, de mi sirviente imaginario y mis paseos por la Playa de los Esqueletos. Recorría las calas solitarias  mientras buscaba dientes de tiburón y recogía corales y nácar. Antes soñaba. Ahora soy un extraño en mi tierra.

Tengo que decir, con toda honestidad, que si fuera este el momento de decidir, no habría vuelto. Rotundo: no hay grises. Todo es negro. Estaría en Filipinas, donde quiero estar y con quien quiero estar, y si no he regresado allí aún es porque no puedo. Añoro que Manila me golpee con el olor de sus calles, y que el norte me abrace con sus playas de arena de cristal. No: no quiero estar aquí. Me vuelvo huraño y taciturno, y la indefinición me mata, los retrasos me asfixian.

Quiero irme . Pero no me dejan.

Written by Juan Manuel Sánchez-VIlloldo

24 julio, 2017 at 7:00

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Entrevista en TerBi

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MARTES, SEPTIEMBRE 20, 2016

Entrevista a Juan Manuel Sánchez Villoldo, autor de «Las Guerras del Código»

El escritor Juan Manuel Sánchez Villoldo, miembro del taller de la TerBi, publica su primera novela “Las guerras del código” en EC.O Ediciones Cívicas.O.(http://edicionescivicas.org/producto/las-guerras-del-codigo/

La obra cuenta como en una pequeña comunidad de la América rural, los niños desarrollan una salvaje deformidad que hará de ellos asesinos monstruosos bautizados como coyotes. Tras un primer combate y aparente victoria, otro pueblo es atacado y todos los habitantes devorados. Julián Mozzi, superviviente de la primera batalla, es convocado para dirigir las operaciones de contención de este nuevo ataque.

Entrevistamos al autor

  • Hasta ahora te has dedicado a los relatos ¿Por qué y cómo ha sido el salto a la novela?
  • En realidad fue simultáneo. Cuando los amigos me animaron a escribir algo «de verdad», más allá de los pequeños relatos del blog, mi primera idea fue escribir una novela. Quería verter algo de lo que estaba viviendo en Filipinas, donde resido actualmente, y sobre mi trabajo como profesor y «mediaman». En ese momento me llamaron la atención un par de convocatorias que vi en internet: por un lado un concurso literario sobre la violencia de género y por otro una antología de terror para autores noveles. Envié sendos relatos y he aquí que fui seleccionado en las dos. Para la antología, «En los albores del miedo», publicada por Dolmen, escribí «Gotten Wille», que pudiera ser el capítulo cero de  «Las guerras del código». Todos, incluido yo mismo, pensaron que «Gotten Wille» daba para más, así que me puse con ello y terminó, dos años después en la novela de la que hablamos. Y de forma simultáneas escribí la otra novela que empecé «Bitatawa», que me ha llevado cuatro años y ya está haciendo su periplo por las editoriales, a ver si alguien la ve interesante…
  • En la presentación se remarca mucho que no es una novela de zombis y de espectros…
  • No es que tenga nada en contra del género Z, en absoluto, pero es que no es posible poner esa etiqueta a «Las guerras del código». No hay muertos vivientes ni virus, bacterias, hongos o protozoos dispuestos a acabar con nosotros de modo instintual o infeccioso. Hay ataques, y son terribles, pero en poblaciones aisladas y en respuesta a una provocación. Son batallas llevadas en secreto. Aunque la literatura zombi ha evolucionado desde  aquellos cuasi idiotas que apenas se podían desplazar hasta dotarles de inteligencia y habilidades con las que antes no contaban, esos seres eran y son  humanos condenados: no es el caso. Quien haya leído «Gotten Wille» ya sabe que los «coyotes» están organizados, y aunque pueden asimilar otros seres, no son en esencia humanos reconvertidos, sino una nueva vía, otra especie.
  • El tema de los monstruos genéticos y por la ciencia tiene ya mucha tradición ¿Qué ofrece tu obra?
  • ¡La pregunta del millón! Y qué difícil de contestar. A todos nos gustaría que lo que escribimos fuera una novedad indiscutible, pero –aunque no todo esté inventado− es muy difícil, casi imposible, encontrar un argumento original en su totalidad. «Las guerras del código» ofrece, como creo que todas las novelas de ciencia-ficción, una posibilidad. El hecho de que hay cosas que «pueden ocurrir» es, en mi opinión el territorio de caza donde se alimenta el escritor y el lector de este género. Hoy en día la genética es una ciencia, o una disciplina científica, con «glamour». ¿Se puede llamar moda? No lo sé. En los años cincuenta la ciencia ficción nos traía invasiones de Marte y monstruos «atómicos», porque era la percepción que la gente tenía de lo que hacía la ciencia. Llegaron los setenta y nos encontramos con los viajes a la luna, y los novelistas buscaron las grandes exploraciones del sistema solar y de la galaxia. Más tarde hablábamos de grandes imperios y de complicadas políticas. Ahora le toca a la genética. Mañana quién sabe…
  • Parece ser una obra sobre las consecuencias de modificar en exceso la naturaleza y los genes. ¿Crees que nos estamos pasando?
  • En realidad en la novela no hay una voluntad de modificar el entorno. Se trata del fanatismo, cuya consecuencia en mi relato es el vaciado de nichos ecológicos.

Vivimos un momento en el que el dogma tiene un enorme peso en una gran parte de la sociedad. Lo vemos a diario. Se elige la dieta, la ropa y hasta las actividades de fin de semana porque queremos ser especiales, y desestimamos lo que nos dice la evidencia científica para escondernos detrás de palabras mágicas. «Ecologismo» (que no ecología) es una de ellas. Se difunden errores y se hacen afirmaciones de brocha gorda sin tener en cuenta las consecuencias. Por ejemplo, nunca nuestra alimentación ha estado más controlada que hoy en día. Jamás ha sido tan segura, pero aun así hay voces que pretenden aportar soluciones a problemas que no existen, sólo porque alguien lo dice. Con un poco de buena voluntad, ninguna mentira resiste una búsqueda en internet. En ese sentido, ser un ignorante, es una opción. ¿Nos estamos pasando? En muchas cosas, sin duda, pero será la ciencia quien nos dé la solución: no los predicadores.

  • ¿Hay alguna obra que crees que es indispensable leer en este tema o supuesto? ¿Cuáles son tus autores favoritos?
  • Uy… eso es un torpedo por debajo de la línea de flotación. Me gustaría decir que mi novela está estructurada como lo haría Asimov, narrada como Bradbury  y científicamente ajustada como si fuera obra de Niven. Claro ¿A quién no?

Siempre he dicho que soy hijo de las novelas de «a duro», de aquellas novelas que cambiaba por una peseta en la tienda de chuches del barrio. No me cansaré de reivindicar a todos aquellos autores como padres intelectuales de muchas obras actuales.  Como lector soy clásico e infiel, más amigo de las obras que de los autores y releo muchísimo a  los que he mencionado y a otros muchos. Benford, Pohl, Robinson, Lem, C.J.Cherryh, Clarke… Pero tampoco quiero olvidar las películas en blanco y negro de los sábados por la tarde y de las series de televisión de la infancia. «Star Trek»− ya que estamos en su cincuenta aniversario− o «Perdidos en el espacio» son influencias que no puedo negar, como tampoco puedo negar una de mis favoritas, «Viaje al fondo del mar»

Creo que hay un momento de la infancia dónde somos improntados, si se me permite usar esa palabra, y  parte de nuestra construcción personal se basa en los valores que recibimos en ese momento. Yo era un niño muy retraído y me refugiaba en esos mundos donde las cosas podías ser terribles, pero en los que al final siempre ganaba «el bueno». Cierto que la vida no es así, pero aquello me hacía pensar que debe ser así, que es lo que importa. Ya he comentado antes que, para mí, la ciencia ficción ofrece posibilidades, es educativa, y en esas historias muchas veces es el conocimiento lo que salva la vida de los protagonistas o a una civilización entera.

Y por volver a la pregunta original. ¿Cuáles son mis autores favoritos? Creo que tengo uno nuevo cada semana, gracias a grupos como Terbi.

¿Qué tal y como fue el proceso de publicar con EC.O Ediciones?

  • ¡Ojala todo fuera tan fácil! Ante todo tengo que admitir que mi experiencia personal con editoriales es mínima, aunque me creo con derecho comentar que las diferencias de trato de algunas de ellas con los autores son abismales. He pasado por educados rechazos a no dignarse a responder ni tan siquiera si han recibido el original. En ese sentido EC.O es ejemplar. Desde el primer momento me han arropado y aconsejado en cada paso que se ha dado, todo de forma muy clara y ordenada. Es muy importante trabajar con personas, no con entes abstractos sin nombre ni apellidos, pero además con personas competentes, trabajadoras y serias. Una novela son años de trabajo, y cuando ves que la miman, que te consultan cada paso y que te dan consejos ajustados como un zapato, no pues menos que descubrirte. No creo que podría haber caído en mejores manos siendo «primerizo». Escucho muchas historias sobre empresas que parecen depredadores del mercado editorial. Me temo que si caes en una de ellas con tu primer trabajo, se te haga muy difícil continuar. Para mí,  EC.O se personaliza en Isabel González. No creo mucho en las musas a la hora de escribir, pero si tuviera una a la hora de publicar, sería sin duda ella.

¿Estás escribiendo algo ahora?

  • Todos los días saco tiempo de donde sea para escribir mil o dos mil palabras. Ya he comentado que estoy moviendo «Bitatawa» mi segunda novela terminada, pero la segunda parte de «Las guerras del código» va casi por la mitad. No me atrevo a decir que sea una trilogía, sino más bien una «historia en tres partes» aunque todas ellas se puedan tomar como novelas independientes. No me lo planteé así, pero es lo que salió, así que cuando termine con esta segunda parte, titulada de modo provisional «Los exiliados de la Hélice» (sí: recuerda demasiado a un relato de Simmons) me pondré con esa tercera parte que ya está estructurada. En cualquier caso, y de forma simultánea, estoy escribiendo otra novela de ciencia ficción que nada tiene que ver con lo escrito hasta ahora. Siempre estoy en dos o tres cosas a la vez. Cambiar de registro es la forma que mejor me resulta para saltar los bloqueos. De todos modos, antes de final de año tienen que salir algunas cosas más, entre ellas una antología en la que varios autores e ilustradores hemos puesto muchas horas y mucho cariño, pero no tiene nada que ver con la ciencia ficción.

Si quieres añadir algo más…

  • Sería el momento de los agradecimientos. Ya he mencionado a Isa González de EC.O, pero sin personificar quiero dar las gracias a “Vuelo de cuervos”, “Ficción científica”, Terbi, NGC3660 y a unas cuantas personas que ya saben quiénes son, en especial mi hermana. Tampoco sería justo olvidar  lo que me han dado las Islas Filipinas, con sus seres míticos y maravillosas leyendas que me han servido de inspiración

 

http://notcf.blogspot.com.es/2016/09/entrevista-jose-manuel-sanchez-villoldo.html

Written by Juan Manuel Sánchez-VIlloldo

20 septiembre, 2016 at 12:05

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La guerras del código

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lasguerradelcodigo_portadaEn una pequeña comunidad de la América rural, los niños desarrollan una salvaje deformidad que hará de ellos asesinos monstruosos bautizados como coyotes.

Tras un primer combate y aparente victoria, otro pueblo es atacado y todos los habitantes devorados. Julián Mozzi,  superviviente de la primera batalla, es convocado para dirigir las operaciones de contención de este nuevo ataque.

Pero esta no es una novela de zombies. No hay infecciones ni contagios. Puede que los coyotes sean la respuesta de la naturaleza al vaciado de especies, o quizás al orgullo del ser humano.

Las Guerras del Código relata el conflicto entre el ser humano y la naturaleza, una batalla que se gesta en nuestro interior desde el origen de la vida. Ahí se esconden nuestros peores miedos.

 

http://edicionescivicas.org/producto/las-guerras-del-codigo/

Written by Juan Manuel Sánchez-VIlloldo

13 septiembre, 2016 at 14:19

Antología de relatos huérfanos

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AUTOLOGIA«No es una poseía gota a gota pensada» decía Gabriel Celaya. Así es. «Antología de relatos huérfanos» es una recopilación de relatos que habéis leído aquí en su mayoría, ordenados en un ebook para vuestra comodidad, y -por supuesto- gratis. Es mi intención ir publicando regularmente esos relatos que van quedando descarriados. Considerad éste que aquí veis, el primer volumen de una serie.
Espero que os guste.

Lo podéis encontrar y descargar en Lektu en este enlace.

https://lektu.com/l/juan-manuel-sanchez/antologia-de-relatos-huerfanos/5557

 

«Conocí Juan Manuel Sánchez Villoldo más o menos en 2014 cuando comenzamos a trabajar en la antología «Hijos del mal» de Vuelo de Cuervos. He visto su evolución, que es espectacular, y me siento una privilegiada al conocerle como persona y saber que hay en él un gran amigo para mí. Hace unos días me dijo que iba a sacar a sus «pequeños huérfanos» del cajón. Le ofrecí mi ayuda y le deseé suerte, aunque esta última no la necesita porque es un tío que lucha por lo que de verdad quiere y pelea en esta jodida vida que nos ha tocado soportar. El lunes salió en Lektu una antología de su puño y letra que os puedo asegurar: no defraudará a nadie. Podría decir muchas cosas más pero quiero que las descubráis por vosotros mismos, porque muchas veces se conoce a un escritor por como escribe y ambos, en este caso, son maravillosos.
Si de verdad os consideráis lectores, si de verdad apoyáis a los que empiezan, descargad esta antología. No sólo ayudaréis a un muy buen escritor, si no que además, disfrutaréis muy mucho con la lectura.»

(Lorena Raven: escritora y directora de la revista digital»Vuelo de cuervos»)


 

«No podéis perderos esta antología de tamaña gran persona y excepcional escritor. Un crack D. Juan Manuel Sánchez Villoldo. Sigue así Señor. Conseguirás lo que mereces »

(JM Segura: artista gráfico)


 

Written by Juan Manuel Sánchez-VIlloldo

17 agosto, 2016 at 2:39

RENAISSANCE: EL NUEVO CICLO DE LOS MITOS

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JUAN MANUEL SANCHEZ  SANTA ANA, CAGAYAN VALLE, PHILIPPINES 15/03/2016 01:10

TAAL«El extraño brillo de las estrellas se asemeja de manera inquietante al perturbador titilar que creemos apreciar, fugaz, en medio de la noche. ¿Son ambos, acaso, la misma cosa?»

Antología a la que aporto mi relato «Taal», en un intento de reflejar lo que me transmitió H.P. Lovecraft cuando lo leí por primera vez. Comparto este magnífico trabajo de la Editorial Pulpture, con los siguientes autores:
Beatriz Troitiño, Juan Manuel Sánchez-Villoldo, Dioni Arroyo Merino, Edgar-Max Mirigaya Salvador, Germinal García Ramírez, Federico Garrido Villar, Carlos Fernando Vega Esquivel, Javier Torras de Ugarte , Ana Nieto Morillo, Jorge R. del Río, Jorge P. López, Jaume Vicent, Josué Ramos, J. R. Plana, Juan F. Valdivia, Francesc Marí Company, Álvaro Aparicio, Ruymán Alonso, Isabel Galán, Charles Pouzols, Alejandro Morales Mariaca, Alberto Berjón , Ruben Fonsec, S. Barker, Ana López Gómez .

«Renaissance contiene 25 relatos, interpretaciones de los Mitos, algunas veces bastante libres, otras bastante centradas. Todas son historias muy buenas que os van a gustar y a sorprender, si te gusta Lovecraft tienes que leer este libro. Así de claro.»

(Jaume VIcent Bernat)

Lo podéis encontrar aquí:

http://boutiquedezothique.es/terror/116-renaissance-el-nuevo-ciclo-de-los-mitos.html

Y aquí:

https://www.goodreads.com/book/show/29471890-renaissance

 

Written by Juan Manuel Sánchez-VIlloldo

14 marzo, 2016 at 18:28

«La llave»

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Yo tenía sólo nueve años: ella siete, bueno…, casi. Estaba en la linde de aquel camino polvoriento que yo recorría a diario hasta la granja de mis tíos con una cántara de leche vacía. Yo se la dejaba cada tarde y mi madre la recogía, llena, cada mañana, antes de que yo me levantara.

El primer día no la miré. ¿Una niña? ¡Ni hablar! Me esperaban mis amigos con el balón para apurar las últimas luces del día antes del perceptivo baño, antesala de cena y cama.

El sol de septiembre se precipitó veloz tras las montañas que le fueron devorando a mordiscos hasta dejar una agradable penumbra, sólo rota por la agonizante luz de mi bicicleta.

Así la fui viendo un día tras otro, hasta que el verano murió en los brazos de los cólquicos y el otoño entró casi sin querer, como pidiendo permiso. Para entonces ya éramos novios. No “novios de esos de verdad”, no: mi madre se reñía mucho con eso. Pero los años pasaron y seguíamos juntos, Y así fue durante los siguientes cuarenta años.

Me acuerdo que una vez ella me preguntó si le quería y yo contesté que sí.

—¡Demuéstramelo! —me pidió con una sonrisa.

Cuando no tienes nada, es difícil hacer demostraciones.

—¿Me quieres más que a tu bici? —me preguntó mirándome por el rabillo del ojo.

—¡Claro que sí! —me había dado la solución, sin querer, al problema.

Rebusqué en mi bolsillo hasta encontrar una llave pequeña. Pertenecía al candado de mi bicicleta. Se la entregué sin dudarlo. La miró un instante, como evaluando el significado de mi gesto. Después, en un arranque de sincero cariño, se alzó sobre la punta de sus pies, me dio un beso fugaz en los labios y salió corriendo. No volví a ver aquella llave en mucho tiempo.

El día de nuestra boda, muchos años después, cuando acudí a rescatarla de los brazos del padrino a la puerta de la iglesia, un reflejo en su cuello me llamó la atención. ¡Allí estaba mi llave! La había bañado en oro y relucía como una estrella arrancada del cielo. Allí la vi esa noche, sobre su garganta mientras perpetrábamos el acto de amor más sincero que la vida me ha concedido.

Pasada esa noche perdí de nuevo de vista a la llave durante muchos años.

La vida fue pasando y, entre amores y desamores, algo se fue rompiendo entre nosotros. La rutina, los celos…, tal vez el simple hastío de llenar un día con los restos del anterior, fueron arrancando la delicada piel de nuestra unión.

Hoy, más de cuarenta años después de aquel viaje en bicicleta con la cántara vacía, he visto la llave. Estaba sobre la mesilla de noche cuando he llegado a casa. Junto a ella, una lacónica nota: sólo cinco letras.

“Adios”

Written by Juan Manuel Sánchez-VIlloldo

5 diciembre, 2015 at 14:21

El astronauta…

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astronauta-¡Blip!

-Odio ese sonido. Me machaca los oídos.Odio todo lo que está a mi alrededor. No quiero estar cómodo, quiero que algo falle, necesito un motivo para tomar decisiones…

-¡Blip!

Sí, lo sé. Todo está activo y funcionando. Me lo has repetido un millón de veces. Estoy harto de tus estúpidas advertencias y de tus lucecitas de colores¿Por qué demonios eres tan eficiente?

-¡Blip!

¡Déjame en paz! Quiero dormir. Estoy muy cansado…

 

Una desgracia. Que un traje que costaba millones fuera a fallar en el sistema de desconexión de las alarmas sonoras era casi una ironía del destino. Los ingenieros dirían: “Es lo único que ha fallado, no es tan importante”. Se equivocaban. Ese sonido perfecto,a intervalos perfectos, indicando lo perfecto que estaba todo, era una tortura.

-”Una tortura perfecta” -pensó con las últimas gotas de ironía que aún le quedaban.

No iba a conseguir dormir. No estaba cansado, era imposible. Pasaba más de la mitad del día castigado en una especie de duermevela interrumpida a intervalos regulares por las malditas alarmas. Hacía unas veinte horas que se había producido el fallo.

Había polarizado su visor para no ver nada. El espacio estrellado ya no le causaba ninguna emoción, ni tan siquiera ese vértigo tan característico de saber que estás colgado de ningún sitio. Se le había quedado pequeño el universo.

En esos estados de semi vigilia se repetía a menudo el momento de su separación de su vehículo. Una estupidez. En cada una de las repeticiones encontraba una solución distinta al problema. Había repasado la acción tantas veces que estaba seguro de haber hecho lo único que le podría alejar de la nave. Bien: era tarde para todo eso.

Por fortuna vestía el traje definitivo. En el mismo instante en que se había producido el percance que le había separado del módulo de operaciones, todos los dispositivos de había puesto en modo de supervivencia. Una radio baliza comenzó a emitir su posición en todas las frecuencias conocidas. Los sistemas habían extrapolado su trayectoria y daban datos de su dirección y velocidad. Se había desplegado a su espalda una enorme vela foto voltaica que captaba hasta el último rayo de luz y lo convertía en energía para su soporte vital. Todo tan efectivo como inútil. No había nadie para acudir en su ayuda.

Los ingenieros habían previsto todo. El sistema recuperaba cada molécula de agua exhalada, sudada o excretada por su cuerpo, a la que añadía un compuesto nutritivo que podría mantenerle vivo durante muchas semanas. De igual manera regulaba la mezcla de gases que respiraba, para llevarle a un estado catatónico, de modo que mantuviera una línea de bajo consumo de aire. El traje podía, por decirlo de una forma clara, matarlo y resucitarlo cuantas veces hiciera falta. Pero el gran logro de los ingenieros era haberse adelantado a las reacciones del astronauta:

 

“El cincuenta por ciento de los astronautas en condiciones críticas, entraron en crisis de pánico: Al igual que ocurre con los buzos, en esas circunstancias tienden a desprenderse del equipo, aun a sabiendas de que es ese equipo el que les mantiene con vida. Pues bien -habían anunciado triunfales-, este nuevo traje se anticipa a esas reacciones, evitando de forma activa que el astronauta pueda desprenderse de él, inutilizar algún elemento crítico del soporte vital o cometer errores de nefastas consecuencias. En resumen: mantendrá vivo al astronauta aun en contra de su voluntad…”

 

Era cierto. Llevaba diez semanas flotando en el vacío, y el traje le mantenía vivo… en contra de su voluntad.

 

-¡Blip!

Written by Juan Manuel Sánchez-VIlloldo

30 junio, 2015 at 15:32

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